V Dejar de lucharse
Voy por la vida saboreando
una lentitud orgánica.
Una que viene de muy dentro;
que abraza,
que gesta,
que nutre, adapta y acomoda.
Voy encontrándome con otros ritmos:
lentos, pausados, sin prisas,
postergadores de lo superfluo.
Y me encuentro.
Y me gusta.
Y lo acojo.
Y me dejo de lucharme.