Vaciar para que lo nuevo pueda llegar
Escribí estas palabras para acompañar momentos que piden conclusión y vaciado.
Disfruto de ir por la vida compartiendo reflexiones profundas sobre cuidados, nutrición real, buen funcionamiento mitocondrial, entre más temáticas que me apasionan. Adonde sea que vaya, elijo compartir lo que me atraviesa las fibras, lo que veo detrás de un consumo que consume.
Ayer me preguntaron “¿qué me recomendas para una mujer con 70 años en tratamiento de quimioterapia por cáncer de mamas?”
Siempre es:
“¿Qué puedo tomar para X síntoma?”
“¿Qué me recomendas para dejar de fumar?”
“¿Qué puedo tomar para bajar de peso?”
Todo es sumar a lo que ya hay. No suele haber preguntas de ¿qué puedo dejar de hacer para que esto cambie? Vivimos llenas. Es más. Cuanto más llena, mejor. Más se aplaude. Más se premia.
El ego teme al vacío.
Pero una taza solo sirve si está vacía.
La vida nos está hablando. Son momentos que piden conclusión y vaciado. Momentos que se sienten de demanda energética, de estrés, de ansiedad, de que la cabeza no puede parar. Momentos de culminación y gotas-que-por-fin-rebalsan-vasos.
Tengo dos vías:
o desespero porque se termina y me resisto,
o agradezco lo vivido, lo aprendido y suelto.
¿Y si en vez de anestesiarme, recapitulo?
¿Y si en vez de rebalsar, veo la oportunidad de soltar?
¿Y si en vez de satisfacer los placeres corporales satisfago lo que me dicta el alma?
¿Y si en vez de engañarme con artificios me permito ir hacia algo orgánico?
¿Y si en vez de tapar las malezas con cemento me permito quitarlas de raíz para poder arar nuevas tierras?
Solo des-ocupando podemos crear espacio para que lo nuevo pueda llegar.
Hagamos consciente.
Soltemos desde el agradecimiento.
Permitamos que llegue lo nuevo.